Persuadido por su insistente esposa, Guillermo, solo por complacerla, dijo que sí. Era la enésima vez que su consorte Lourdes le insistía que lo intente de nuevo, que luche por cumplir sus sueños, que deje de lado las excusas y retome la carrera que tanto había soñado ejercer: periodismo. Guillermo ya no pudo soportar el ‘acoso’ de su amada y terminó por aceptar su petición.
Fueron muchas las ocasiones en las que Guillermo tuvo que echar mano de toda clase de justificaciones -algunas con más sentido que otras- para sustentar su negativa de retomar sus estudios. Que la edad -ya frisaba los treinta años-, que no hay tiempo -trabajaba diez horas al día de lunes a sábado-, que el dinero no iba a alcanzar -acaso el argumento más válido-, y así. Dada la tozudez de Guillermo, cualquier persona podría haberse dado por vencida, menos su esposa.