miércoles, 27 de febrero de 2013

Persecuciones: ’Puchungo’ Yáñez y su romance eterno con la ‘pelotita’


Han pasado nueve años desde que decidió retirarse del fútbol profesional, pero el exvolante siempre se da un tiempo para jugarse sus pichanguitas. Y en ellas, cómo no, demuestra que su talento sigue vigente

Lo suyo con la ‘pelotita’ no fue un simple romance, una aventura pasajera. Lo suyo ha sido y es un idilio perpetuo. Un flirteo juvenil que derivó en una relación inseparable. Una relación que ahora tiene otros testigos y escenarios, pero los mismos inseparables protagonistas: Alfonso ‘Puchungo’ Yáñez y el balón de fútbol. Una relación que, como sucede con muchos futbolistas, no ha terminado a pesar de que la carrera deportiva del jugador llegó a su fin hace buen rato.

A pesar de su recargada agenda -administra un bar y otros negocios, amén de las reiteradas invitaciones de diversos programas de televisión- ‘Puchungo’ siempre se da un tiempo para darle a la ‘pelotita’. Por lo menos juega sus pichanguitas cuatro veces a la semana. Los lunes, lo hace en Pueblo Libre, en una canchita al lado del Cuartel Bolívar. Allí se junta con exfutbolistas como Julio César Antón, el ‘Pato’ Cabanillas y Martín Duffoó. Pero hoy que es martes, ‘Puchungo’ se divertirá sobre el césped en un distrito al sur de Lima.  

Son cerca de las 10 de la noche y ‘Puchungo’, chavito negro, chaleco azul y zapatillas blanquirrojas, espera impaciente que se complete el grupo para jugar la clásica pichanguita de los martes, aquí en Surco, en una de las canchas sintéticas que son propiedad de Christian Del Mar, exarquero de Alianza Lima. Otro exfutbolista que aparece en escena es Germán Muñoz, ese recio volante central que supo jugar en Universitario y Sport Boys e incluso en la selección. Como tantas veces, Germán será del bando rival.  

Han transcurrido diez minutos desde que se inició el duelo y ‘Puchungo’ jadea como si estuviera jugando en Cerro de Pasco. Los años pasan, cómo no, pero aun así pide el balón, se muestra y cuando está en posesión de la redonda la acaricia, le hace mimos, la engríe, la trata  con cariño y se la concede al compañero mejor ubicado. Derroche de talento, o sea. 

Es cierto que la marca de sus adversarios es más flexible que el ‘Mago’ respecto al tema de las concentraciones en la selección. Problema de ellos, claro está, pues ‘Puchungo’ no se ruboriza con esas licencias y, por el contrario, le saca el máximo rédito para liderar a su escuadra al triunfo (ganaron por dos goles de diferencia). Victoria simbólica  -pues no hay en juego ningún tipo de apuestas-, pero victoria al fin y al cabo. Sirve, cómo no, para no perder la costumbre.

Ver jugar a ‘Puchungo’ y la forma cómo se regodea con el esférico es como observar a un niño en un parque de diversiones. No hay otro lugar donde sea más feliz ni donde alimente más su amorío con el balón que en una cancha de fútbol (aunque ahora ésta se haya reducido). Es posible incluso que ahora esa relación sea más íntima, pues ya no hay tantos curiosos alrededor. Y tampoco hay de por medio tantas exigencias y demandas que a veces causan fisuras en una relación. Lo que prima ahora es la libertad. Libertad para elegir cuándo y dónde encontrarse. Dónde y cuándo volver a recordar lo que hicieron juntos en el pasado. Y, claro está, volver a hacer las travesuras de antaño.   


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