jueves, 20 de junio de 2013

Cavilaciones: El periodista y su obligación de ser independiente



No cabe duda que el periodismo, por encima de cualquier otra profesión, enfrenta en la actualidad uno de sus mayores desafíos: ser un oficio independiente de los poderes económicos y políticos (como lo fue antaño) o ser simplemente un brazo ejecutor de políticas distractoras y manipuladoras de la realidad en favor de quienes ostentan el poder.

Para nadie es un secreto que el periodismo ejerce una gran influencia en la sociedad. Buena o mala influencia, hay que añadir. Por eso, desde tiempos antiguos siempre se ha querido manipular al llamado Cuarto Poder. En nuestros tiempos, pienso yo, la cosa está peor. Pues ahora, desde que los grupos empresariales se han hecho dueños de los medios de comunicación, la libertad de expresión está subyugada a la ‘conveniencia empresarial’. El periodista es, al fin y al cabo, un empleado más de las grandes corporaciones. Y, como tal, obedece a las consignas del mercado: vender, hacer rentable el negocio, tener la mayor cantidad de clientes (entiéndase esto como anunciantes) posibles.

He ahí nuestro mayor desafío para quienes aspiramos a ejercer el oficio más hermoso del mundo como lo llamó Gabriel García Márquez: buscar y defender nuestra independencia. Asumir como una verdad canónica que, como dijo Rodolfo Walsh,  el periodismo es libre o es una farsa. O tenemos claro cuál es nuestra misión como periodistas o, si tenemos una pizca de sangre en la cara, mejor, y estamos a tiempo, dediquémonos a otra cosa.

Tenemos que ser conscientes que, como periodistas, tenemos delante de la sociedad el deber de mostrarles la realidad tal cual es. No deformarla, maquillarla o, en el peor de los casos, negarla. El polaco Ryszard Kapuscinski decía que “en el buen periodismo, además de la descripción de un acontecimiento, tenemos también la explicación de por qué ha sucedido; en el mal periodismo, en cambio, encontramos sólo la descripción, sin ninguna conexión o referencia al contexto histórico”.

Como puede verse, no es tan pueril la labor del periodista. Depende de cada uno, pues, hacer del ejercicio de nuestra carrera “la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios”, como señaló alguna vez Luis Miró Quesada de la Guerra.

Cierro estas líneas con una frase del polaco Kapuscinski refiriéndose a quienes ejercen -o aspiren a ejercer- el periodismo: “Los cínicos no sirven para este oficio”. 


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