martes, 18 de diciembre de 2012

Cavilaciones: Creencias y supersticiones alrededor del fútbol



No hablar con la esposa el mismo día del partido, usar siempre el mismo color de chimpunes, leer las páginas de un libro antes de un lance, utilizar las mismas canilleras, ponerse el mismo saco en todos los cotejos, llevar colgado en el pecho un rosario morado, dar unos cuantos saltitos antes de entrar al terreno de juego, persignarse cuando el árbitro decreta el inicio o final de un encuentro y hasta orinar en el centro del campo en las definiciones por penales, son algunas de las supersticiones que  tanto futbolistas como entrenadores no dudan en poner en práctica con tal de recibir una ‘ayudita extra’ en los retos que enfrentan.

Si bien es cierto que no sólo en el fútbol se dan este tipo de situaciones, siendo este el deporte que concita más interés y uno de los que más se practica (por lo menos en nuestro país) sin duda es el que refleja con mayor nitidez las creencias y supersticiones que sus protagonistas llevan consigo arraigados. A diferencia de los futbolistas de otros continentes, pareciera que es en el territorio americano donde se produce con mayor frecuencia y naturalidad estos sucesos.     

Esto último nos lleva a plantearnos la siguiente pregunta: ¿por qué los sudamericanos somos más supersticiosos que los europeos, por ejemplo? O, ya aterrizando a un escenario más próximo, ¿por qué hay futbolistas peruanos que ponen en práctica toda clase de supersticiones y cábalas y hay quienes ni se inmutan de ellas? ¿Qué determina que haya futbolistas que crean en cábalas y otros que no?

Si tomamos en cuenta que toda clase de superstición está relacionada con un razonamiento irracional (el término superstición está definido como creencia contraria a la razón) es posible que el motivo por el que aquellos futbolistas que creen en esa clase de cosas se deba a que son ciudadanos con un tipo de conducta tradicional, personas que tienen muy arraigada ciertas costumbres que le han sido heredadas (entre ellas las religiosas). Son individuos que han adquirido idiosincrasias y hábitos que ahora practican a conciencia para “tener suerte “. En cambio, los europeos, por ejemplo, no tienen ese comportamiento porque tienen un estilo de vida moderno, más dado a la ciencia (aquello que puede ser verificado y contrario a lo irracional). Los modernos, en vez de confiar en creencias y costumbres tradicionales, toman decisiones racionales con el fin de lograr sus objetivos. 

Aquella última aseveración puede aplicarse perfectamente a nuestros futbolistas locales, puesto que si bien es cierto todos ellos son americanos -o sudamericanos para hacer cada vez más angosto nuestro campo de estudio- la globalización y el avance de los estudios científicos -o mejor, la adquisición de conocimientos- han despertado en muchos cierto rechazo o escepticismo a ese tipo de cosas. Ellos, racionales como son, no le dan crédito alguno a cosas que no pueden ser sustentadas científicamente. Para ellos, el éxito en el deporte es fruto del esfuerzo, de la dedicación y el talento. En cambio, los que sí se apoyan en esa clase de rituales creen que haciendo lo que hacen propician favorablemente el desenlace de las cosas.

En tal sentido, para validar la hipótesis planteada, he querido basarme en el principio de la intensificación de los procesos de racionalización y reflexividad que postuló el estadounidense George Ritzer en su texto denominado Teoría Sociológica Contemporánea (Editorial MacGraw-Hill. Traducido de la tercera edición en inglés de Contemporary Sociological Theory. México, 1996). 

Este sociólogo ha profundizado en el concepto de la racionalización para designar cómo “las sociedades se fueron liberando poco a poco de una organización social basada en la tradición y en las creencias sagradas, generando otra en que la razón asumiría un lugar central, asociada con la disciplina, el orden, la lógica, el método, la sistematización, la experimentación y la especialización, sublimando con ello un conocimiento abstracto, descontextualizado y universal”.

En suma, se intentará hallar respuestas a las interrogantes planteadas tomando como referencia la definición y diferencias de los llamados individuos tradicionales e individuos modernos. Los primeros, pertenecen a la llamada Sociedad Crédula, mientras que los segundos a la denominada Sociedad Crítica. La primera, tiende a tener una mentalidad mágica (mezcla de imaginación y realidad), en tanto que la segunda tiene una mentalidad adulta y ha superado esa “etapa mágica”, por lo que creen que ellos mismos rigen sus propios destinos.  

CONFIRMACIONES Y EXCEPCIONES 
Roberto Silva, ex jugador de Alianza Lima, Sporting Cristal, Cienciano, San Martín y Werder Bremen, por citar solo algunos equipos donde jugó, bien podría recalar en el segundo grupo. Limeño de 36 años, nació en una familia acomodada y hace algunos años egresó de la facultad de Economía en la Universidad Pacífico. Para él, este tema de las cábalas y supersticiones siempre le han sido ajenos, pues considera que “no cree en lo sobrenatural”.

Roberto, escéptico de pura cepa en estas cuestiones, asegura que en su etapa de futbolista jamás recurrió a algún ritual o superstición con el propósito de que eso le ayudase en su rendimiento. “Nunca he sido una persona supersticiosa, por eso nunca trasladé nada de esas cosas al ámbito deportivo”, explica. Ante la consulta de qué enseñanza recibió en su hogar sobre estos asuntos, Silva señala que en su familia estos temas eran desestimados pues los tildaban de ‘comportamientos irracionales’. 

El ex delantero también indica que él ha visto más de estas ‘manifestaciones supersticiosas’ en América Latina que en Europa. “Me da la impresión de que los latinos tienen mayor tendencia a creer y apoyarse en ese tipo de cosas. En cambio, los europeos son más incrédulos y no le dan mucha importancia”, asevera. 

Asimismo, Cristhian Ortiz Lovera, joven golero de Sporting Cristal y que hace unas semanas hizo su debut profesional, dice que, a pesar de haber nacido en un hogar bastante tradicional y religioso, él nunca ha creído que seguir un ritual o hacer un acto cabalístico influya en su rendimiento. Por ende, Ortiz, egresado de la carrera de Diseño Gráfico en Cibertec, afirma que él solo cree en su talento y potencial, no en ‘cuestiones que escapan a la razón’. 

Por su parte, Gustavo Vasallo, ex centro delantero de Universitario de Deportes, Juan Aurich y Sporting Cristal, entre otros, refiere que a pesar de haber sido criado en una familia moderna (donde las cábalas y supersticiones no tenían ninguna cabida), fue al sumergirse en el mundo del fútbol que él adquirió, casi sin darse cuenta ni proponérselo, algunas conductas supersticiosas.

Es más, él mismo se define como una persona supersticiosa y no escatima en mencionar alguno de sus rituales: al vestirse siempre empieza por el lado derecho de su cuerpo, cuando viaja en el bus del equipo donde juega siempre se sienta al lado izquierdo (que da a la ventana) o lleva siempre la foto de su hija en su maleta. No obstante, Vasallo dice que más que influir en su rendimiento, lo que le genera seguir esos rituales es la inyección de un mayor positivismo y confianza de que el desenlace de las cosas van a ser favorables para él. “Todo lo que sume a tu causa -entiéndase esto al resultado que uno busca- hay que echar mano de eso”, apunta.

El caso de Vasallo bien puede ser una excepción a la regla de la hipótesis planteada, pues aparte de no haber nacido en un hogar tradicionalista, Gustavo estudió en su momento (aunque no la culminó) la carrera de Ingeniería Ambiental en la Universidad Agraria. O sea, en teoría debería ser una persona racional. Es más, actualmente, sigue una maestría de Negocios y Administración del Fútbol en la Universidad San Ignacio de Loyola. Y, pesar de eso, es un confeso creyente de cábalas y supersticiones. Ergo, tal parece que no todas las personas modernas son totalmente escépticas a esas cuestiones irracionales.

Sin embargo, hay, por llamarlo de alguna manera, un tercer grupo que inicialmente no había sido considerado. Y son los que, siendo creyentes profesos de una religión, no comparten los ritos de la religiosidad popular, donde se incluyen las cábalas y supersticiones. Nos referimos, por ejemplo, a los llamados evangélicos o protestantes.

Ellos creen en Dios al igual que los católicos, pero no están de acuerdo en que se les atribuya poder alguno a las imágenes -por ejemplo la del Señor de los Milagros- a los que muchos jugadores se encomiendan antes de jugar un encuentro. 

Manuel Heredia, ex guardameta de Sporting Cristal y que actualmente defiende las sedas de Cienciano del Cusco, se convirtió al Evangelio hace algunos años y, desde entonces, dejó de creer en las cábalas. “Antes tenía por costumbre ponerme siempre las mismas medias, pues creía que así me iba a ir mejor en el partido. Pero ahora ya no es así, aunque respeto la creencia de los demás”, dice. 

En este caso podemos apreciar que creer o no en cábalas y supersticiones no tendría nada que ver con si se tiene una forma de vida tradicional o moderna, sino que se trató más bien de una mutación de creencias, de una ‘nueva fe’ que abolió a la ‘antigua’. O sea, que si se toma en cuenta que Heredia cree en Dios y comulga con una religión, podríamos definirlo como una persona tradicional y por ende creyente y hasta seguidor de arraigadas costumbres; no obstante, en su caso, al adherirse a una doctrina distinta a la tradicional, no es así. Es, por decirlo de alguna manera, un híbrido: mitad tradicional (por ser seguidor de una religión) y mitad moderno (por no creer en cábalas y supersticiones).

A modo de colofón podríamos decir que son, como se ha podido apreciar, muchos los matices en este terreno tan ambiguo de las cábalas y supersticiones. Ambiguo porque para algunos funciona y para otros no. Pero también porque al final termina siendo un asunto sumamente subjetivo que responde sobre todo a las creencias y costumbres de cada persona. 

Sn embargo, más allá de algunas excepciones, lo cierto es que, tal y como lo ha manifestado el sociólogo George Ritzer, la sociedad en la que vivimos poco a poco se ha ido liberando de ciertas creencias arraigadas para dar paso a un orden de vida donde prima la lógica, la sistematización y  la especialización. Dicho en otras palabras, el ser humano actual tiene una visión de las cosas mucho más moderna y, por tanto, confía más en sus capacidades en vez de apoyarse en “ayudas sobrenaturales”. En suma, cada vez crece más la llamada Sociedad Crítica en desmedro de la denominada Sociedad Crédula.

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